(Extracto)
Mucho después todo eso quedó atrás y la envidia y la ira que sentía por un padre que nunca me reprimió ni me hirió fueron convirtiéndose lentamente en resignación y aceptación del inevitable parecido que había entre nosotros. Ahora, cuando refunfuño de algún imbécil, o protesto ante el camarero de un restaurante, o juego con mi labio superior, o arrinconó determinados libros sin haberlos terminado, o beso a mi hija, o saco dinero del bolsillo, o saludo a alguien con actitud bromista y feliz, me descubro imitándole. No es que mis manos, mis brazos, mis muñecas o el lunar de mi espalda se parezcan a los suyos. Es algo que me asusta, me da escalofríos y me recuerda mis deseos infantiles de parecerme a él: la muerte de cada hombre empieza con la de su padre.
(Mi Padre, Vivir y Preocuparse, Otros Colores, Orhan Pamuk)
regalitos de navidad .....
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