Hay muchas formas de acercarse al problema de las proyectadas represas de Aysen, dos cosas no se pueden dejar de hacer, si nos preciamos de ser ciudadanos chilenos en el verdadero sentido de esa palabra; interesarse y participar.
El interés se gatilla desde distintos puntos; la evidente necesidad de dotar a Chile de un plan de crecimiento energético que permita el desarrollo del país, la curiosidad natural que en mayor o menor medida despiertan las soluciones tecnológicas del problema, el interés y preocupación por el grado de impacto ambiental que las distintas soluciones producen, el costo global de las diferentes soluciones, etc.
Dejemos por ahora de lado argumentos (poderosos) acerca del tipo de desarrollo que queremos para Chile y si queremos ese desarrollo a favor de las grandes mayorías o en transformar a nuestro país en el paraíso de las multinacionales a costa de nuestra soberanía y el bienestar de nuestra gente.
El proyecto de las represas en Aysen nos tenía una carta oculta en la manga y ésta se asoma ahora con toda su crudeza… no se trata sólo de embalsar ríos de un entorno natural absolutamente único e irrepetible en el planeta, no se trata sólo de constatar que los chilenos hemos puesto en el mercado bursátil mundial de la energía la propiedad y soberanía sobre los derechos de aguas de nuestro principales cursos de agua, no se trata sólo de una nueva y grosera imposición centralista que de manera prepotente e inconsulta decide saquear, en beneficio económico de una multinacional y energético del macrocéfalo centro del país, la inestimable riqueza natural de una región prácticamente virgen (como la selva amazónica), a todo este impresentable pastel debemos sumar ahora un costurón, una cicatriz de más de 2000 kms de largo que representará la necesidad de transportar el botín de este asalto al territorio en que los depredadores realizan sus negocios.
El país y sus habitantes, la nación y sus ciudadanos no han conocido estudios comparativos, no han podido elegir entre alternativas energéticas diferentes y por lo tanto de diferente costo e impacto en todo sentido. Los centros de estudios estratégicos y de la defensa y seguridad nacionales no han sido consultados acerca de costos y beneficios en su sector, los distintos sectores productivos no han participado de la discusión, así como no lo ha hecho el mundo científico, universitario y por último ni siquiera el Congreso Nacional como no sea para repetir consignas y jingles dictados por los lobbystas del negocio energético.
La superficie de territorio nacional comprometida en el proyecto supera, por ejemplo, en varias veces el territorio que costaría a Chile solucionar la mediterraneidad de Bolivia con el evidente valor agregado de una distensión en las relaciones con nuestros vecinos y la eventual disponibilidad de gas natural, que en combinación con los últimos estudios en torno al desarrollo de centrales solares termodinámicas podrían dotar al país de energía más que suficiente desde el norte, región que por sus características naturales y productivas tienen más necesidad de fuentes energéticas cercanas y un patrimonio inigualable en cuanto a recursos ligados a la energía solar.
Y lo anterior no es más que un ejemplo, nada impide, salvo los intereses de las multinacionales, que Chile como nación se abra a una discusión acerca de su futuro energético. Discusión en la que ninguna posibilidad sea excluida a priori y en la que los temas de futuro, ambiente, calentamiento global, agua, glaciares, ecosistema, fuentes renovables, etc. sean la prioridad a respetar.
Porqué nuestro país no puede estar en la vanguardia de esta discusión mundial? Desde la opción nuclear hasta la eólica dben ser valoradas, medidas y combinadas en el interés del país y con la PARTICIACION del país y su organicidad productiva, cultural, científica e institucional.
JORGE COULON
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