En su libro "Labradores, peones y proletarios" analiza cómo en el siglo XIX los sectores populares no se habían sometido a las clases dominantes, que desarrollaron un cierto proyecto autónomo. Hoy en día, ¿existe autonomía de los sectores populares?
En el siglo XIX los grupos marginales tenían siempre la posibilidad de vagabundear, buscar oportunidades precisamente caminando, tenían una geografía abierta: ahí estába su libertad posible. De ahí las enormes migraciones de "rotos" en toda dirección. Hoy en día no se da esta posibilidad. Está todo el territorio tan requetecontra apropiado y explotado que la geografía ya no tiene sentido para la gente.
Así que la autonomía ya no puede expresarse con el movimiento, como el vagabundo. Tiene que expresarse apoderándose de otra cosa, donde si haya libertad. La juventud ha descubierto la cultura como la geografía a recorrer, que da una identidad autónoma. Es un islote, una especie de planeta del Principito donde me instalo: yo lo creé, yo lo cultivo, como la rosa del Principito. Seré pobre, pero es mío. Eso es una geografía infinita. Y eso da un sentido de autonomía y libertad parecido a la altanería del "roto" del siglo XIX. El problema es que eso es un principio no más. Cómo pasar de ahí a construir poder, a formar un sujeto revolucionario, es una tarea que está abierta. Hay un horizonte de esperanza, pero es una tarea inédita. Porque, pucha, no estamos dentro de la clase obrera, no estamos dentro de la clase campesina: esto es otro cuento. Para mí lo más importante, es entender que podemos partir con poder identitario, poder cultural, pero hay que transformarlo en poder comercial local, poder productivo, y apoderarmnos de los procesos de desarrollo social, económico, local, regional. Es un camino distinto del tradicional.
En el siglo XIX los grupos marginales tenían siempre la posibilidad de vagabundear, buscar oportunidades precisamente caminando, tenían una geografía abierta: ahí estába su libertad posible. De ahí las enormes migraciones de "rotos" en toda dirección. Hoy en día no se da esta posibilidad. Está todo el territorio tan requetecontra apropiado y explotado que la geografía ya no tiene sentido para la gente.
Así que la autonomía ya no puede expresarse con el movimiento, como el vagabundo. Tiene que expresarse apoderándose de otra cosa, donde si haya libertad. La juventud ha descubierto la cultura como la geografía a recorrer, que da una identidad autónoma. Es un islote, una especie de planeta del Principito donde me instalo: yo lo creé, yo lo cultivo, como la rosa del Principito. Seré pobre, pero es mío. Eso es una geografía infinita. Y eso da un sentido de autonomía y libertad parecido a la altanería del "roto" del siglo XIX. El problema es que eso es un principio no más. Cómo pasar de ahí a construir poder, a formar un sujeto revolucionario, es una tarea que está abierta. Hay un horizonte de esperanza, pero es una tarea inédita. Porque, pucha, no estamos dentro de la clase obrera, no estamos dentro de la clase campesina: esto es otro cuento. Para mí lo más importante, es entender que podemos partir con poder identitario, poder cultural, pero hay que transformarlo en poder comercial local, poder productivo, y apoderarmnos de los procesos de desarrollo social, económico, local, regional. Es un camino distinto del tradicional.
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