Vivo en un pueblo precordillerano a 500 kilómetros al sur de Santiago, a orillas del Biobio, en la parte precordillerana de la cuenca del río que desemboca en Concepción, la urbe más afectada por el terremoto y sus efectos posteriores. Santa Bárbara se llama el pueblo y se hizo conocido por estar cercano al Alto Biobio, territorio de los Mapuche-Pehuenche, pueblo que en la década de los 90’s diera una fuertísima lucha en contra de dos grandes represas-y sus respectivos embalses- que finalmente fueron construidas: la central Pangue y la Central Ralco que se yerguen a unos 60 y 80 kilómetros aguas arriba, contienen con sus enormes muros de cemento una enorme cantidad de agua. Sólo Pangue contiene unos 175 millones de metros cúbicos y muchos más la Central Ralco, con una embalse de una superficie 7 veces mayor. Por estos precisos días ha comenzado a pocos kilómetros aguas arriba del pueblo la construcción de una tercera, la Central Angostura de Colbún, a pesar de la oposición de la gran mayoría del pueblo y de múltiples asuntos pendientes con las dos anteriores.
Como millones de chilenos y chilenas desperté a las 3:34 am del sábado 27 de febrero con una remezón que, lejos de parar, siguió y siguió (de hecho las réplicas continúan mientras esto escribo, a casi dos semanas de los hechos). Nos costó mucho llegar a la puerta de mi casa de madera, mi señora y mi hija de 10 años, a pesar de mis gritos, no salían nunca...
Como millones de chilenos y chilenas desperté a las 3:34 am del sábado 27 de febrero con una remezón que, lejos de parar, siguió y siguió (de hecho las réplicas continúan mientras esto escribo, a casi dos semanas de los hechos). Nos costó mucho llegar a la puerta de mi casa de madera, mi señora y mi hija de 10 años, a pesar de mis gritos, no salían nunca...
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