A 36 años de la muerte del destacado folclorista chileno, el tesón de su viuda Joan Turner y de sus hijas, logró que la investigación judicial llegara al punto que se creía imposible: individualizar al grupo de oficiales y conscriptos que perpetraron el asesinato. Las confesiones de los involucrados, entre ellos un conscripto que participó en forma directa en el crimen, permiten conocer las estremecedoras últimas horas de vida de Víctor Jara: un subteniente jugó a la ruleta rusa con él hasta que le descerrajó un tiro en su cabeza. Después ordenaron acribillarlo en un camarín de un subterráneo del Estadio Chile. Junto al artista, fueron acribilladas otras 15 personas .....
Nos dice Joan Jara:
Chile me ha dado lo más hermoso y lo más horrendo de mi vida. Me ha dado el amor y el odio ajeno, me ha dado la felicidad de una familia, de ser parte de un gran movimiento social y cultural, y la experiencia de una tragedia colectiva. En estos últimos días se ha juntado en forma demasiado fuerte la evidencia de estos contrastes. Este es un fenómeno muy significativo en una vida larga que fue, como la de muchos de ustedes aquí presentes, cortada en dos.
Nuestro sueño quedó trunco en septiembre de 1973 pero por suerte nuestra querida hija, Manuela, mi primera hija chilena, comparte nuestro sueño. Esto me hace muy feliz. Su generación en la danza y los más jóvenes están trabajando para lograrlo. Hoy día hay cada vez más hombres y mujeres, que buscan en la danza un lenguaje humano y comunicativo y se organizan para vencer las dificultades que la sociedad todavía presenta para que su práctica sea un derecho de todos en el sistema educacional.
“Envuélvete en mi cariño, deja la vida volar”. Así me cantaba Víctor cuando nuestras vidas se cruzaron. Era el inicio de la época más feliz de mi vida. Comencé a conocer Chile en profundidad, a conocer más el pueblo chileno, las muchas personas y situaciones que están presentes en la canciones de Víctor y que nacían de su propia vida, experiencias y convicciones. Tuve la suerte de conocer a Angelita Huenumán, a Luchín, al viejo que tejía lazos en Lonquén, y de estar al lado de Víctor cuando estaba creando sus canciones.
Tuvimos una vida juntos llena de amor, compromiso y creación. Víctor en el canto y yo en la danza. Era la época en que nació nuestra querida Amanda, mi segunda hija chilena. Fue una época llena de felicidad y de esperanza. “Soy un hombre feliz de existir en este momento, decía Víctor, feliz de sentir la fatiga del trabajo. Feliz porque cuando se pone el corazón, la razón y la voluntad al servicio del pueblo, se siente la felicidad de haber nacido…” Su entusiasmo y su tesón eran contagiosos. Realmente creíamos que trabajando juntos ayudábamos a construir una sociedad mejor para todos. Acá termina mi primera vida.
No quiero referirme ahora a los horrores del Estadio Chile ni al asesinato de Víctor. Sólo agradecer a dos hombres llamados Héctor. Uno, entonces desconocido para mí, que identificó el cuerpo de Víctor y fue a mi casa buscarme y el otro, amigo, que me acompañó también a la morgue a retirar su cuerpo que yacía entre los cientos de NNs que estaban apilados allí el 18 de septiembre de 1973. Agradecerles especialmente porque, sin ellos, Víctor habría desaparecido y creo que no hay peor tortura para un familiar que no saber el paradero de un ser querido. Y no saberlo durante 35 años. Hasta hoy día. Ni siquiera saber donde están sus restos.
Queridas representantes de los familiares de de los detenidos desaparecidos y de los ejecutados políticos que están aquí con nosotros hoy día: en ustedes, quiero saludar a la larga y valiente lucha por saber la verdad sobre lo que pasó a sus seres queridos y por lograr justicia. A pesar de que mi vida tomó un rumbo distinto, siempre me he sentido hermanada con ustedes. La brecha hacia la verdad que se está abriendo en el caso de Víctor debe servir para aclarar otros casos. No pueden existir casos llamados “emblemáticos”. Todos tienen la misma relevancia: la vida de un ser humano.
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