Música recomiendo: Drexler Al otro lado del río (primero apagar música de fondo, baja un poco)


Hacia un NUEVO paradigma de CIVILIDAD !!!!!

viernes, 4 de noviembre de 2011

Cuando conocí a Claudio Escobar ....


Pao dice:
Fue un 23 de julio de 2002...  te acompañé a La Moneda... disfruté tu entrevista como pocas. Encontré en el baúl virtual, la nota que hice en ese entonces que salió en muchos lados!!!!  Era como una forma de abordar temas que no se abordaban mucho... ja.
 
Te la mando adjunta!!!

Yo le contesto: 

que emocionante Pao aquel encuentro y los tantos encuentros que nos van hermanando cada día, gracias por esta bella flor ..... bella porque activa la memoria de mis razones-utópicas que tuve en algún meriadiano del cosmos, por nada más ... abrazos, Claudio. ahhhh y me faltó decir algo que también registró mi alma: es el conocimiento de esta bella chica que salva perritos .... uno queda con el corazón abierto, con su fuerza para enfrentar el sistema ....

Artículo:

Vidas de chilenos en torno a sus ideales
¿Causas perdidas?

x Pao Dragnic

Dedican gran parte de su tiempo a trabajar por esas causas que ellos consideran justas, aunque la mayoría de la sociedad pareciera ni siquiera reparar en ellas. Sin embargo, y aunque muchas veces se sienten como David y Goliat, no cesan en su empeño y lejos de creer que son “causas perdidas”, aseguran que se trata de temas que podrían cambiar nuestra “indolente sociedad”.


Frente a un Juez en Concepción y convocado por la Ley de Seguridad Interior del Estado, Claudio Escobar contestó el interrogatorio sobre la sospechosa “Brigada Nicolasita”.

“Mi hija es la subcomandante y yo soy el único que milita” –explicó con mucho calma al magistrado que, por ese entonces, averiguaba la implicancia de grupos terroristas en las protestas contra la construcción de la Central Ralco, en el Alto Bio-Bio.

Fueron confesiones casi inútiles para los fines de la justicia, porque la hija de Claudio tiene dos años y sus acciones contra la construcción de la polémica Represa, están muy lejos de la violencia y más cerca de la convicción y la insistencia.

Lo suyo es una lucha cotidiana, “para convencer a la gente” –dice y agrega que –aunque participa de otros grupos- él es un ciudadano que genera sus propios espacios de expresión. Y en la Moneda lo saben bien.

Cada viernes, desde hace tres años, Claudio se instala a las afuera del Palacio cerca de las 12:30 del medio, con el único fin de gritar consignas a favor de las hermanas Quintremán o en su defecto, para abogar por aquel tema postergado que a penas ocupa la agenda semanal.

Derechos Humanos, pueblo originarios y ecología, caben en el compromiso social de este ingeniero civil de 36 años que –a pesar de su formación rígidamente numérica- advierte con otros ojos el devenir de nuestro sistema.

“La gente tiene que darse cuenta que el paradigma actual está en profunda crisis y hoy se necesita cambiar la mirada y eso se hace en las calles” – dice mientras reniega de ese estigma de “defensor de causas pérdidas” que tanto le achacan sus detractores. “Eso pasa solo cuando en el corazón sentimos que ya no vale la pena hacer nada”. Y no es el caso de Claudio, está claro.




David contra Goliat

“La caricia de un grupo de gente que dice no y que cree en sus sueños, es como una sanación para la sociedad” –dice Claudio y confiesa que –aunque sabe que es difícil- un primer paso es detener la construcción de la Represa.

Para Claudio, el fin último es cambiar “la forma de pensarnos como país” y hacia ello orienta su vida completa. Por eso lleva a su pequeña hija Nicolasa –nombre que recibe en honor a las hermanas Quintremán-  “porque me instalo desde la fragilidad y porque es ella quien heredará este mundo”.

Se trata de un desafío gigante –confiesa- pero que –según relata- no interfiere para nada en su día a día. De hecho, en la congregación religiosa donde trabaja, le dan el permiso necesario para sus “expresiones ciudadanas”. Aquella infaltable cita de los viernes y tantas otras que –semana a semana- va desarrollando en las plazas y centro neurálgicos de la ciudad.

“En general hago acciones no efectivas, porque nadie me pesca... en la visión occidental” –dice cuando cuenta sobre sus simbólicas apariciones en cuanto acto público existe.

Lienzos, consignas y panfletos en mano, Claudio se pasea en las marchas contra el desempleo, en las estudiantiles y hasta en las famosas “funas”. Le dicen “el no a Ralco” e incluso cuenta que –cuando se va acercando a la Moneda- escucha por radio como dan la seña: “viene Claudio Escobar, cambio”.

“Pero mi lucha es contra el sistema y no contra los humanos” –dice y explica que incluso en este verano, envío una carta a la Moneda pidiendo que le facilitarán protector solar a los carabineros de la guardia. “Y me la contestaron agradeciendo el gesto”.

Mi vida por


Mientras en Punta Arenas un grupo secreto hace lo suyo para detener la matanza de los perros vagos que inundan la ciudad, Consuelo Muñoz lleva varios años enfrentando el camión del Servicio de Salud que extermina a los canes de Ñuñoa.

Conocida en el barrio como la “tía que defiende a los animales”, Consuelo asume como propia una causa que para muchos está perdida incluso por determinación biológica. Pero ella es clara cuando dice que “las personas que sienten cariño por una animal, tienen una capacidad de amar infinita”.

Tiene 30 años y desde hace 20 que dedica su vida a la protección de “estos muchachos”. Investiga los rumores de maltrato e incluso es ella misma quien las impulsa ante Carabineros. “Voy a los tribunales si es necesario”.

Lejos del fanatismo, lo suyo parece ser una sensibilidad especial por el sufrimiento de otros seres vivos. Y es que sus relatos no dejan indiferente a nadie. Uno de los casos más escalofriantes –cuenta- fue cuando tuvo que salvar a Micky.

Un quiltro “pelusón” pero “querido en el barrio” que estaba siendo ahorcado por un vecino enfurecido con el comportamiento del perro. “Lo tenía colgando del portón” –recuerda aun enfurecida.

Pero Consuelo no para, e incluso confiesa que su vida en pareja se ha visto algo perjudicada. “Si le están pegando a un perro, algo adentro me impulsa a intervenir pero a mi marido le da miedo que a mí me pase algo”. Es por eso que prefiere asumir el riesgo como propio, “porque la gente es indiferente, suceden cosas muy terrible”.

Estudió veterinaria 4 años y técnico agropecuario otros tantos y aunque por problemas económicos no pudo terminarlas, pronto piensa retomar la primera de estas carreras. Mientras, aplica sus conocimientos en los 11 gatos y 6 perros que ha recogido de la calle y en tantos otros que deambulan sin destino “a la deriva de la crueldad humana”.

Aunque reconoce que hay un tema de mucha crueldad y egoísmo humano, Consuelo cree que también hay falta de educación. Por eso –dice- los niños son claves para que “podamos reconocer en los animales seres vivos que sienten y sufren”.

No avala la violencia en la defensa de los derechos animales, sin embargo reconoce que cuando “uno se ve enfrentado a situaciones límites, es muy difícil no estallar”. Ella misma lo sabe, porque más de una vez se ha enfrentado al camión del Sesma, rescatando perros a empujones y forcejeos.

“Además de sentir a veces que uno lucha contra un gigante, hay mucha indiferencia” –dice y argumenta que la mayoría de los perros vagos fueron abandonados por sus dueños y no nacieron en la calle.

“Es esa una irresponsabilidad humana pero lo más fácil es eliminarlos” –agrega y argumenta que una sociedad que se acostumbra a ese tipo de soluciones, puede llegar a deshacerse de todos los “problemas con ese mismo criterio”. 

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